Por esa ley antigua que obliga a los amantes a sucederse en otras y otras generaciones, yo misma a un joven héroe di vida en mis entrañas. Me doblegué a las lunas y en su espera de júbilo los hibiscos tiñéronse. Se hacía transparente su rostro sobre el mío y él me daba nobleza, belleza, plenitud.
¡A una cosa que nos ha dado vida,
cómo nos aferramos,
incluso si el tiempo la ha corrompido,
debilitado o derribado!
Casa, campo, libro o cuerpo,
todo vale para flotar y renacer,
al cabo de los años y naufragios,
cuando de tan pocas cosas
todavía podemos esperar
una chispa de vida
maliciosa o juguetona
que nos devuelva al terreno de juego:
por cuánto tiempo, nadie lo sabe,
pero mientras dure la partida
quiero que nada me distraiga,
pues sé dónde me hizo trizas la pasión
y únicamente allí puedo yo rehacerme.
Va como puede
Con la espalda encorvada mira al suelo
Tira del carro de la compra
Como puede
Y subirá en el ascensor al piso
En el que vive solo
Como puede
Y volverá a bajar
A las calles inhóspitas
Con el carro del mundo del que tira
Como puede
Con la condena de la vista al suelo
Con el fardo del mundo
Con la bola del mundo
Como puede
Con la condena ay de su existir
He oído a las sirenas cantándose una a otra.
No creo que canten por mí.
T.S.Eliot
Navego atado al mástil,
no porque haya islas esperándome,
ni magas,
ni monstruos solitarios.
Estoy atado al mástil
porque necesito, para salvar al mundo,
que canten las sirenas.
Padre: la suerte de tus armas
no dependía de mi muerte.
Nada une a la cordera con tu enemigo.
Nada unge al metal.
No hay magia en las estrellas
y la sangre, diversa
jamás entrará en la letra:
nada unge al metal, el fuego
no tiene nombre. Mis heridas
no serán un eco de las tuyas
más que a través de aguas imposibles.
Circe es mi nombre
me llaman bruja
y maga
y hechicera.
Amo el mar
la furia del mar
contra las rocas
y sus acantilados
tenebrosos.
Nunca amé a un mortal
ni siquiera a Ulises
pude amar.
Me gusta lo fugaz:
la chispa
y no la hoguera
el encuentro fortuito
sin adioses.
Fui siempre fiel a mi destino
me impulsaba
jugaba con los hombres
caían aturdidos
en mis redes
los convertía en bestias
los volvía a su forma
y seguían amándome
y tejían guirnaldas para mí.
Me cansé de mi juego
era pueril
los expulsé a todos
de una vez
me quedé sin esclavas
ni efebos
sin bestias
sola
en mi isla sepulcral
yo sola frente al mar
con los alisios
condenada a mí misma
y a la paz.
Mis recuerdos son tersos
tengo dura y vacía
la mirada
mirada de gaviota
o de albatros.
Quizá si hubiese amado
algún dardo heriría mi memoria.
Él ha venido a buscarte y está aquí,
canción que te llama y quiere que vuelvas,
canción de dicha y de pesar
a partes iguales, promesa
hecha canción, promesa
de que todo será, allá arriba, distinto
a la última vez…
Hubieras preferido seguir sintiendo nada,
vacío y silencio; la estancada paz
del mar más hondo,
al ruido y la carne de la superficie,
acostumbrada a estos pasillos pálidos y en sombras,
y al rey que pasa por tu lado
sin pronunciar palabra.
El otro es diferente
y casi lo recuerdas.
Dice que canta para ti
porque te ama,
no como eres ahora,
tan fría y diminuta: móvil
y a la vez quieta, como blanca cortina
o soplo en la corriente
de una ventana a medio abrir
junto a una silla donde nadie se sienta.
Te quiere «real»,
un cuerpo opaco,
sentir cómo se espesa
(tronco de árbol o ancas)
y el golpe de la sangre tras los párpados
al cerrarlos
la llamarada solar…
sin tu presencia no podrá sentir
este amor suyo…
Mas la súbita revelación
de tu cuerpo enfriándose en la tierra
fue saber que le amas en cualquier lugar
hasta en este sitio sin memoria,
este reino del hambre.
Como una semilla roja en la mano
que olvidaste que aprietas,
llevas tu amor…
El necesita ver para creer
y está oscuro.
Atrás, atrás…, le susurras,
pero quiere que vuelvas
a alimentarlo, Eurídice,
puñado de tul, pequeña venda,
soplo de aire frío,
no se llamará Orfeo
tu libertad…